Se trata de una calle peatonal cercana al piso donde vivía como estudiante en Sevilla. Es una calle sin vida, de mero y escaso tránsito, que tiene hacia un lado un muro ciego que limita con la universidad y hacia otro lado hasta seis
bloques de viviendas.
Una noche, mis compañeros y yo, con un planito guía, una plantilla de cartón, una cuerda y un spray naranja dibujamos una portería que poco antes dibujaba en autocad.
Al día siguiente descubrimos que funcionó. Esa calle sin vida se llenaba por primera vez de pandillas de niños pequeños y no tan pequeños jugando al fútbol y generando vida a su alrededor.
Enlace a la web de la intervención